1989 / Cirugía plástica (acción corporal)

Colectiva / Internacional

En el marco de la exposición Cirugía Plástica, organizada por Chris Dertinger, Dario Quiñones, Gunter Blank, Simone Salitter, Thomas Bierbaum, Ricardo Zamora y Matthias Reichelt de la Neue Gesellschaft für bildende Kunst (The New Society for Fine Art), Carlos Leppe realizó una acción corporal en la Staatliche Kunsthalle de Berlín, el día 15 de septiembre de 1989.

Cuando ya era de noche, Leppe descendió de un Rolls Royce portando un pantalón blanco, el torso desnudo y anteojos oscuros. Llevaba una maleta en su mano derecha y en la izquierda sostenía un perro pastor alemán por un arnés de lazarillo. Lo seguía una luz cenital. Llevaba el pelo largo que le caía sobre los hombros y de su cuello colgaba su pasaporte protegido por una funda de plástico. Apareció un joven rubio, con torso desnudo, tocando el violín.

Leppe cambió la maleta de mano sin soltar al perro; mientras que puso la mano derecha sobre el hombro del joven violinista. Se distanció del joven, se detuvo y lanzó un aullido, levantando su cabeza, hacia el cielo.

Luego, Leppe y el joven inician la marcha hacia el interior del museo. Suben las escaleras hacia el segundo piso con lentitud. El joven conduce a Leppe como un ciego. Leppe apoya su mano derecha en el hombro izquierdo del joven, quien continúa tocando el violín. Lo conduce, finalmente, hasta el umbral de la sala donde se encontraba su instalación. Allí se había dispuesto una silla y dos micrófonos con trípode.

Leppe tomó asiento. El pastor alemán se echó a sus pies. El joven violinista se alejó del lugar y el sonido del instrumento se escuchaba cada vez más distante, hasta que desapareció.

Leppe esperó un momento, sentado. Dirigió la mirada al público, mientras comenzaba a sonar una banda sonora que reproduce una popular canción alemana, interpretada por una voz femenina.

Se redujeron las luces ambientales y la escena quedó iluminada por un foco que apuntaba hacia la cruz dibujada al fondo de la sala, mientras un segundo foco se dirigía hacia Leppe. Abrió la maleta y la depositó en el suelo, a la izquierda de sus pies. Delante de ellos se había colocado un gran lavatorio enlozado blanco. De la maleta extrajo un paño blanco y revisó el contenido de ésta para señalar un par de zapatos negros.

Mientras se escuchaba en la banda sonora una canción popular alemana cantada por una voz masculina de variétés, Leppe tomó uno de los micrófonos y lo ubicó sobre la zona del pubis frotándolo en un gesto masturbatorio. Después de un tiempo de reflexión, una vez que repuso el micrófono en un trípode, se acercó a este para anunciar: “Acuarela uno, dedicada a mi madre”.

Leppe toma uno de los zapatos de la maleta y realiza una mezcla de pigmento azul disuelto en un líquido blanco que coge de una botella, presumiblemente de leche, y prepara en su cavidad un precipitado. Se lleva luego el zapato a la boca y toma su contenido, con el que hace gárgaras y devuelve profusamente dejando caer el líquido sobre su pecho y los pantalones. En la banda sonora se escuchaba ahora un clarín tocando “a silencio”. Leppe escupió los restos de líquido azul sobre el plato de porcelana. Al final de esta operación comenzó a escucharse la marcha de “El puente sobre el río Kwai”. Leppe limpió con un trozo de toalla el interior del zapato y la jofaina, para luego plegarla e introducirla entre sus pantalones, en la entrepierna. Luego se detuvo y al cabo de unos segundos entró en sentido llanto.

Leppe se levantó de la silla y pronunció la palabra “vuelta”, como lo hacen los cantores de cueca, y comenzó a girar alrededor de esta, cantando con voz aguda el estribillo característico: “tiquitiquití, tiquitiquití, tiquitiquití”. Luego, se volvió a sentar mientras en la banda sonora se escuchaba la voz lejana de un tenor.

Con una voz quebrantada, se acercó al micrófono para anunciar: “Acuarela dos, dedicada al amor de mi vida”. Leppe repitió la operación: preparó un precipitado con leche y pigmento amarillo que mezcló en el mismo zapato. Luego realizó el mismo acto de ingestión y devolución del líquido sobre su cuerpo. Tomó otro paño y limpió el zapato, lo dobló y lo introdujo en la entrepierna del pantalón. Se levantó de la silla y gritó “¡Vuelta!” y comenzó a girar alrededor de ésta cantando el mismo estribillo: “tiquitiquití, tiquitiquití, tiquitiquití”.

Volvió a tomar asiento y anunció: “Acuarela tres, dedicada a mis amigos”. Leppe realizó la misma la misma operación de preparación. Esta vez con pigmento rojo. Luego hizo gárgaras con ella y la devolvió sobre su torso y pantalones. La banda sonora se silenció.

Leppe, siempre sentado, comenzó a emitir un sonido agudo y continuo que dura lo que permite su respiración. Leppe se levantó e inició, de nuevo, el acto de girar en torno a la silla, repitiendo la misma palabra, “vuelta”, y el estribillo ya mencionado.

Luego, tomó asiento, y esperó unos segundos, concentrado. De súbito, comenzó a llamar a gritos a algunas personas que formaban parte del equipo organizador de la muestra: Matthias, Chris, Thomas, Simone, Gunther.

Finalmente, se puso de pie sollozando. Entonces llamó a gritos, dos veces, a una misma persona: “¡Gonzalo!, ¡Gonzalo!” El artista Gonzalo Díaz –que también participó en la exposición– apareció en el cuadro y tomó a Leppe de un brazo para ayudarlo a dejar la escena.

Leppe se dirigió hacia la salida, seguido por el perro. Caminó por un largo pasillo; a duras penas, pasó junto a la obra de Eugenio Dittborn, que estaba a su derecha. A la izquierda del ancho pasillo era posible identificar la obra de Virginia Errázuriz. Leppe fue finalmente tomado del brazo por Gunter Blank y fue conducido hacia al baño de hombres, cuya puerta cierra tras de sí.